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"Clics Modernos" de Charly García cumplió 40 años

Cuatro décadas después, el segundo álbum de estudio de Charly García continúa siendo un testimonio de la resistencia y la resiliencia de un país que nunca dejó de luchar por sus valores democráticos.

Posiblemente, nadie logró comprender con tanta precisión la magnitud de lo que enfrentaba el país como aquellos artistas capaces de poner en palabras el sufrimiento de toda una sociedad. En un período de la historia en el que Argentina buscaba recuperarse de una década marcada por la opresión y la censura, Charly García, desde el otro lado del continente, escribió un testimonio de resistencia y libertad de expresión que cambió la historia del rock nacional después de la Guerra de Malvinas. Ese encuentro con el micrófono, además de convertirlo en un referente cultural de alcance global, confirmó el inicio de la soberanía que la democracia prometía. Porque al fin y al cabo, el álbum “Clics Modernos”, es y seguirá siendo, precisamente eso: un eco de la historia de toda una nación en busca de su voz.

Producido en Nueva York y consolidado en Buenos Aires, el disco representó un quiebre radical con la música que lo había precedido. La Argentina estaba saliendo de un oscuro período de dictadura militar. Durante ese tiempo, la represión y los crímenes de lesa humanidad habían dejado a un país entero desolado. Sin embargo, la elección de Raúl Alfonsín como presidente en 1983 marcó un punto de inflexión, señalando el regreso a la democracia y un nuevo comienzo para la Nación. Y, con la restauración del gobierno popular, se abría una nueva etapa llena de promesas, y Charly se encontraba en el epicentro de esa transformación.

“Yo decidí cambiar, estar en un lugar donde nadie me conoce, donde puedo tocar gratis en una plaza si se me canta. Tengo un inmenso escenario a mi entera disposición, y todas las horas del día y de la noche. El escenario se llama Nueva York”, expresaba Charly en un monólogo publicado en la revista La Semana el 8 de agosto de 1983. Desde las bulliciosas calles yankees, las notas y letras que darían vida al álbum comenzaron a tomar forma, impregnadas de la energía y el espíritu de cambio que caracterizaban a la ciudad. Al establecerse en su loft en el Greenwich Village, un barrio que había sido epicentro de la contracultura local, García se sumergió en la vanguardia de la Gran Manzana. Su elección de ubicación no fue mera casualidad; a unas cuadras de distancia se encontraba el emblemático Electric Lady Studios. Este estudio de grabación, fundado por el legendario Jimi Hendrix en 1970, se había convertido en un símbolo de la ciudad estadounidense y en un epicentro de la creatividad musical.

Fue el primero de sus discos con el productor Joe Blaney, a quien conoció en aquel estudio. “En ese momento me presentaron una lista de los ingenieros de la casa; un montón de nombres y, casi al final, estaba el de Joe, que había grabado Sandinista! de The Clash. Pensé que si había hecho eso no se iba asustar con un sudaca", compartió Charly en “No digas nada” (Sudamericana), su autobiografía de escrita por Sergio Marchi. "Me pidió que le mostrara algo y le puse 'Yendo de la cama al living'; cuando escuchó ‘No bombardeen Buenos Aires’ me empezó a preguntar cómo había grabado los tambores. Primero le gustó la música y más tarde vio que era serio. No sé qué esperaría él, pero cuando le dijeron Argentina, había pensado en algo raro”, contó.

Un aspecto notable a destacar es que, con la excepción de Pedro Aznar, el intérprete optó por trabajar con músicos sesionistas estadounidenses, una decisión que aportó una dimensión internacional a su proyecto musical. Entre estas figuras destacadas se encuentran el saxofonista Doug Norwine, el guitarrista Larry Carlton y el baterista Casey Scheuerrel. La dirección de Charly fue poco convencional, pero muy inspiradora. En lugar de imponer un control rígido, alentó a los artistas a liberar su creatividad y a tocar con total libertad. Les brindó la confianza para explorar y experimentar, alentándolos a alcanzar nuevas alturas artísticas. Fusión que, llevó a García a convertirse en un gran catalizador de dos géneros que rozan en sonido: el rock y la electrónica.

Manhattan no sólo le acercó un nuevo sonido, sino que también lo inspiró en términos de estética y estilo. La portada del álbum, al igual que muchos aspectos de la vida de Charly, tiene una historia detrás. El disco, que en un principio iba a llamarse "Nuevos trapos", sufrió una transformación inesperada cuando el cantante se vio sorprendido por una imagen mientras paseaba por la ciudad. Se encontró con una silueta negra que presentaba un corazón blanco y la inscripción "modern clix", el nombre de una banda underground norteamericana. Aquel arte provocó un cambio de rumbo, llevando a modificar no sólo el título, sino también su tapa. La fotografía tomada por Uberto Sagramoso se convirtió en un elemento fundamental en la creación. Hoy, aquella calle de Nueva York lleva su nombre en conmemoración a su obra de arte.

Fuente: FiloNews



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