Aún en pañales, sonriendo y a bordo de un vehículo de juguete, el pequeño tenía un cigarrillo en su boca. Era adicto al tabaco, según se supo entonces. El niño aseguraba tener el hábito de fumar y se lo podía ver en su vivienda de Sumatra constantemente con un cigarrillo en su boca, feliz. El resto de los niños de su edad e incluso más grandes lo miraban asombrados.
Hoy, siete años después, el pequeño creció y -afortunadamente- abandonó el vicio y ya respira "aire fresco". "Fue difícil para mí frenar. Si no fumo, el sabor de mi boca se vuelve agrio y mi cabeza se siente mareada. Ahora estoy feliz. Me siento más entusiasmado y mi cuerpo se siente fresco".
Mirá las fotos
.