Cuando quedó encerrado en una mina chilena en 2010, José Ojeda ya era diabético. Tenía 46 años, era viudo y tres veces había sufrido accidentes similares en otras faenas.
El hombre que escribió en un papel "Estamos bien en el refugio los 33" y que avisó desde un agujero en el fondo del desierto de Atacama que sus compañeros habían sobrevivido al derrumbe de la mina San José, nunca pudo recuperarse bien del trauma y ahora está internado en una clínica de Santiago, sin trabajo estable, sin su segunda mujer (se volvió a casar en el 2014) porque se separó, y con problemas psicológicos que preocupan a sus compañeros.
Ojeda ya estuvo internado en un centro médico en la capital chilena en 2012. En esa ocasión, la Clínica Ñuñoa lo ayudó a superar la crisis que padecía y que apenas le permitía dormir 20 minutos por día. Ahora el minero vivía en Copiapó y a veces lo llamaban como mecánico desde una vulcanización.
Le alquilaba un cuarto a Omar Reygadas, otro de los 33, y viajaba a controlarse regularmente a Santiago. "Hace como dos meses fue y no volvió. Dejó la pieza pagada y me llamó para avisarme que lo iban a dejar internado como seis meses para hacerse un tratamiento. Yo no lo había notado muy bien, estaba muy callado, muy ido, bien bajoneado. Pensé que iba a estar un mes en la clínica", cuenta Reygadas.