Que el más grande de todos, Lionel Messi, no está cómodo en la Selección Argentina y encima no encuentra su lugar, no es ninguna novedad. Desde el mundial pasado, con 4 técnicos de por medio, el astro no juega libre, no se divierte, no la corre y encima se le pide responsabilidades que en 10 años con la camiseta Albiceleste, jamás pudo asumir.
No vamos a confundirnos, es el mejor jugador del mundo, pero no es un tipo que te levanta el equipo cuando las papas queman, no es un líder ni un referente que saque adelante un plantel en momentos claves, y en cada partido que se vivió como una final, brilló por su ausencia.
Parecía un presagio hoy, desde el momento en el que salieron los jugadores a la cancha, con Messi frotándose la frente durante el himno nacional, preocupado, perdido, como en otro planeta. Quizás los rumores sobre su estado anímico "triste" eran ciertos, o quizás pedimos demasiado para alguien que puede darnos lo que ya nos dió, y los milagros, hay que pedírselos exclusivamente a Dios.
¿Sería tan descabellado poner a Messi en el banco un tipo que en los dos primeros partidos del Mundial estuvo ausente, y que lejos de sumar, hasta resta? ¿ Sería tan malo incluso para él, que evidentemente no se encuentra bien y que no hace otra cosa que mirar el piso?. Si dejáramos de idolatrar al futbolista para mirar a la persona, y entendiéramos que ya no se le puede pedir más de lo que nos ha dado, ¿por qué no darle un respiro? , incluso para sus propios compañeros, y que el equipo pueda jugar sin pensar permanentemente quien tiene o puede darle un pase a Messi para que saque algo de la galera.
Yo a Messi lo saco, lo pongo a Dybala, o a cualquiera, que la corra, que la pida, y que asuma la presión, porque al fin de cuentas, el mejor, ya sabemos quien es.
